Paseando por las calles de cualquier ciudad vemos que continuamente nos recuerdan nuestros mandatarios y gobiernos autonómicos, estatales o locales que están trabajando, que realizan obras, que mejoran nuestras infraestructuras.
Raro es el edificio, de nueva (o no tan nueva) construcción o rehabilitación que no tiene un par de carteles inmensos, en los que se detalla de forma pormenorizada quiénes son los que aportan el capital de dichas obras y otros datos como el arquitecto, aparejador y presupuesto. Ahora sé que es de obligado cumplimiento y que el cartel debe estar expuesto mientras dure la obra. Y a eso vamos: “mientras dure la obra”. Pero el problema es que la mayoría fueron concluidas, inauguradas y entregadas hace varios años; y el cartel perdura.
Os muestro con varias fotos algunos carteles de los que ya huelen.
El convento de San francisco, inaugurado en mayo del 2007, deleita a propios y extraños con un imponente cartel que no hace más que afear lo que pretendíamos embellecer. ¿No os parece que, estando ya hasta oxidado, lo único que hace es degenerar aún más el entorno?
O el Pabellón Eladio Jiménez… ¿Cuanto tiempo habremos de seguir aguantando el mamotreto de cartel que allí está expuesto? En frente y en el mismo caso está la piscina cubierta.
Creo que, igual que al inaugurar una obra se retiran la maquinaria, los andamios y toda clase de rastro de lo que ha sido la construcción, para que podamos disfrutar del nuevo edificio, esos tremendos y horrorosos carteles deberían retirarse. ¿O es que acaso quieren nuestros políticos recordarnos su legado con estas proclamas?
Raro es el edificio, de nueva (o no tan nueva) construcción o rehabilitación que no tiene un par de carteles inmensos, en los que se detalla de forma pormenorizada quiénes son los que aportan el capital de dichas obras y otros datos como el arquitecto, aparejador y presupuesto. Ahora sé que es de obligado cumplimiento y que el cartel debe estar expuesto mientras dure la obra. Y a eso vamos: “mientras dure la obra”. Pero el problema es que la mayoría fueron concluidas, inauguradas y entregadas hace varios años; y el cartel perdura.
Os muestro con varias fotos algunos carteles de los que ya huelen.
El convento de San francisco, inaugurado en mayo del 2007, deleita a propios y extraños con un imponente cartel que no hace más que afear lo que pretendíamos embellecer. ¿No os parece que, estando ya hasta oxidado, lo único que hace es degenerar aún más el entorno?
O el Pabellón Eladio Jiménez… ¿Cuanto tiempo habremos de seguir aguantando el mamotreto de cartel que allí está expuesto? En frente y en el mismo caso está la piscina cubierta.
Creo que, igual que al inaugurar una obra se retiran la maquinaria, los andamios y toda clase de rastro de lo que ha sido la construcción, para que podamos disfrutar del nuevo edificio, esos tremendos y horrorosos carteles deberían retirarse. ¿O es que acaso quieren nuestros políticos recordarnos su legado con estas proclamas?