POR QUÉ ESTE BLOG
Este blog nace como consecuencia de la observación repetitiva de las deficiencias de nuestra bella ciudad.
Caminando diariamente por sus calles y sus espacios, se palpa una Miróbriga diferente a la ciudad que nos quieren vender: nos ofrecen historia, arte, belleza… y normalmente nos encontramos con una ciudad descuidada, una urbe a la que le fallan muchos de sus escaparates. Una villa que se hunde entre el abandono y la dejadez. Un pueblo que obliga a sus jóvenes a estudiar lejos de sus murallas, a emigrar porque aquí no encuentran una mínima posibilidad de supervivencia.
Sin embargo, y aunque pueda parecerlo, no es sólo crítica lo que pretendo.
Busco, como su nombre indica y aprovechando el Bicentenario, derribar ese muro que ante sus ojos tienen muchos vecinos y nuestros gobernantes.
A través de este espacio, pretendo abrir una brecha en este conservadurismo que nos gobierna, así como remover conciencias conformistas. Invito a todos aquellos con las mismas inquietudes que yo a que denuncien desde aquí aquello que les parezca injusto, indebido, antiestético, peligroso… Intentemos frenar el deterioro de la ciudad, especialmente cuando éste ese deba a la desidia de nuestros políticos. Espero que mi voz se deje oír y os pido que las vuestras me acompañen.
lunes, 17 de mayo de 2010
LAS DOS ORILLAS DEL RIO
Después de semanas de crítica, mostrando el lado menos amable de nuestra ciudad y tras pasar por esa especie de tortura a la que los noticieros nos han sometido, con noticias como recortes de derechos, ajustes y sacrificio, no podía dejar de pensar en que debía utilizar este altavoz que las nuevas tecnologías me han brindado para buscar algo positivo, relajante algo que me ayudase a superar las repetidas frustraciones y los reveses de los tiempo actuales… Así que, dado que por fin ha salido el sol y las temperaturas empiezan a darnos un respiro, decidí coger una vez más la cámara para recorrer nuestro oasis particular, nuestro Águeda, teñido hoy de un verde seductor y fascinante (¡quién diría que somos la ambarina Castilla!). Tal es el tono de nuestra ribera, que más se nos podría confundir ahora con la campiña inglesa, dada la exuberante vegetación –fruto de estos meses anteriores plenos de humedad–.
Caminamos por los senderos de piedrecitas, (habilitados al efecto no ha tanto tiempo) de la margen derecha. Pues, de abandonar este lecho de cantos, nos enterraríamos en la hierba, mojándonos los pies, dada la humedad que aún contiene.
Los árboles y la vegetación aledaña, para desgracia de los alérgicos (cada día más abundantes) están en todo su esplendor. De hecho se puede apreciar ya en algunas zonas cómo empiezan a soltar su “pelusilla” tan característica. Nuestro río, lleno como hacía años, reluce a la caída de la tarde mostrándonos su magnificencia.
Pero hoy no sólo recorreremos la alameda vieja, hoy vamos a ver el río desde su margen contraria; esa que siempre sale en nuestras fotos pero que pocos visitan. De difícil acceso, pues para llegar hasta ese otro lado he tenido que dar un buen rodeo por el camping municipal y seguir después por una vereda de tierra paralela a la Autovía. Todavía hay un trecho caminando. En coche es imposible llegar hasta la misma orilla.
También los árboles los encontré distintos, escasos, diría que envejecidos y algo más ralos que en su hermana paralela. Esta zona, sin duda, presentaba un aspecto menos pródigo que la de la margen contraria; sin embargo me sorprendió comprobar que desde aquí el Águeda se mostraba esplendoroso, más caudaloso y dilatado aún en su visión. Estaba descubriendo otra perspectiva del río (para muestra las tres últimas fotos que se adjuntan).
Aquellos que podáis, daos un paseíto. Espero que con esta entrada los sinsabores de estos días se os olviden un poco y podáis disfrutar de esta hermosa visión. Los que me leéis desde fuera sólo por eso me habrá merecido la pena el paseo.
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Es maravilloso ver esta vegetación que tenemos en nuestra pequeña ciudad. Sin duda son las mejores fotos que haya podido ver en el día de hoy. Ver cómo está nuestro río...es precioso, pues de momento, este año no he bajado, y después de ésto no dudaré ni un solo minuto en darme un paseito.
ResponderEliminarCon este artículo hemos quitado tensiones y, la verdad, se agradece.
Sigue así, que desde el otro lado del monitor, todos te seguimos.
Un saludo.
Preciosas fotos, Temis.
ResponderEliminarAhora y el otoño son las épocas del año en que más me gusta contemplar nuestras alamedas; pues luego, con la llegada del verano, la zona tiende a secarse y a llenarse de bullicio con tanto bañistas propios y extraños...
Gracias por traernos hasta casa un trocito de primavera.
Saludos.
Un mar de gratitudes, por el apunte naturalista que nos hace nuestra particular Lorenza Iglesias en la Red. Las panorámicas del Águeda, en todo su esplendor primaveral, son una gozada. Muchísimas gracias.
ResponderEliminarAhora se cumple el bicentenario de la invasión francesa, justificando su paso en dirección a Portugal con tal de echar a los ingleses de la antigua Lusitania. Me imagino a la caballería napoleónica, abrevando en las aguas del Águeda; habían convertido previamente el monasterio de La Caridad en una cuadra. Si eso era la ilustración, tenían los días contados merced la garrocha de Julián Sánchez “El Charro”, el primer guerrillero de la época moderna (Libertad, Fraternidad, Igualdad)
Los francés cruzaron el Águeda, en dirección a Lisboa –que era como salir de Málaga y meterse en malagón- llevando entre sus pertrechos e intendencia una tétrica herramienta, un raro invento de un “monsieur” apellidado Guillotine; donde se erigía esa triste máquina, contra alguna duda, despejaba todo en cualquier cabeza con un susurrante siseo, es decir de cuajo.
Lamentablemente muchos de aquellos soldados, no volvieron nunca a cruzar el Águeda para retornar a los hermosos colores que también nos ofrece la campiña francesa. Algunos, supongo, mirarían con rubor, desde “El Picón” esa perfecta panorámica de cuando el río, calmado, según baja manso desde sus orígenes serranos. Otros, como el general Pérez de Herrasti, y algunos de sus militares, hubieron de marchar a campos de presidio en Francia.
Al final de aquella guerra, cuando Lord Wellington les fue dando para el pelo, hasta las mismas cercanías de Toulouse, alguno volvería liberado a esta hermosa ribera mirobrigense. Doscientos años después -bajando las distintas aguas hasta su rendición al Duero, luego de más revueltas, repúblicas y guerras civiles- hay que dar gracias a Dios porque siga concediéndonos esta paz tan necesaria como la comentarista nos ha facilitado merced a su agradable reportaje. Felicidades.
Jacinto.-